LO QUE EMPIEZA SIENDO UN JUEGO INOCENTE
Mi experiencia personal: Annie está jugando en el suelo. Me acerco e inmediatamente me pega donde
pueda y con lo que tenga. No es la primera vez que hace algo así. A veces,
cuando está mis brazos, me pega en la cara o me muerde los hombros. Y en cierta
ocasión hasta me hizo un arañazo en el cuello. Soy paciente y comprensiva, soporto impasible todas las agresiones, aunque ayer perdí el
control y después de haberle dicho NO varias veces, le pegué. Me asaltan muchas
dudas cada vez que mi hija me hace daño. ¿Es normal que sea tan agresiva?
¿Debería comportarme con ella de otro modo?
ADECUANDO LOS
TÉRMINOS SEGÚN LA EDAD
Mi amiga Johanna Cifuentes me recomendó no desesperarme, también
pasó por lo mismo con su beba Julieta, además de leer a algunos especialistas
en la materia ... “El concepto de agresividad, tal como lo entendemos nosotros
los adultos, no se puede aplicar a los niños pequeños. La agresividad supone
una intención de dañar al otro y eso no existe a esta edad”, leí en un libro
sobre psicopedagogía. *Pegar y tirar del pelo son comportamientos normales
que se dan con bastante frecuencia y que no se deben interpretar como un
auténtico “ataque” a la madre, sino más bien como una manera de llamar su
atención y, sobretodo, como una incitación al juego. El niño espera ver la
reacción del adulto, provoca la situación para ser espectador: pego a mamá y
observo*, explica la especialista. Curiosamente, somos los propios padres
los que solemos incitar este juego, a veces casi sin darnos cuenta. Poco a poco
los pequeños van adquiriendo un mayor control sobre el divertimento y terminan
manejando la situación. Ya verán por qué: El primer día que Annie me pegó, me tapé la cara con las manos y simulé que
me había dolido y me puse a llorar desconsolada. A los pocos segundos me
descubrí el rostro y sonreí a mi hija. A la niña le divirtió mucho la
actuación. He caído en cuenta que desde entonces me provoca constantemente. En
cuanto tiene ocasión vuelve a pegarme y se queda quieta, mirando, expectante,
con los ojos muy abiertos.
UN JUEGO AL QUE HAY QUE PONER FIN
Seguí leyendo: “En la repetición el niño consigue un goce, un
placer. Pero estos juegos tienen que terminar ya que no conducen a nada”.
Interpreto que cuando las agresiones dejan de ser una excepción y se convierten
en actos recurrentes y molestos, hay que dejar de ser permisivos. “Si el
chico permanentemente está pegando, mordiendo o tirando cosas, debemos decirle
“Basta ya!”. Pues si, porque todas las cosas tienen un límite, y porque también
debe probar otros juegos. Pienso que al frenar a Anna Lucía, se propicia la
posibilidad de que investigue en otros caminos, de que pruebe otras actitudes y
progrese. Algo interesante que la especialista menciona y es que para evitar
que continúe pegando, mordiendo y tirando del pelo, no tengo que darle
demasiados porqués. El exceso de explicaciones puede denotar que el adulto busca
una justificación porque se siente culpable al tener que decir “no”. “Los
límites son necesarios y existen normas que no tienen explicación”, puntualiza.
Estoy de acuerdo con que es suficiente con un mensaje simple, directo y
escueto, como por ejemplo, “Eso duele”, “No es divertido” o “Me hace mucho
daño”.
ES IMPORTANTE SER CONSECUENTES
En un primer momento, a
Annalu puede sorprenderle mi inesperado cambio de actitud. Durante un
tiempo, es posible que intente provocarme una y otra vez, tanteando los
límites, tratando de comprobar si la prohibición rige de verdad. Por eso, para
que entienda bien el mensaje – “Ya no voy a tolerar más que me tires del pelo
ni que me pegues”, es imprescindible que me mantenga firme. *A los chicos no
los confunde que los padres les pongan límites ni que lo hagan de repente, pero
sí que vacilen en su postura y, por encima de todo, que prohíban o consientan
dependiendo de sus estados de ánimo (“Ayer mamá estaba de buen humor y el juego
le gustaba, hoy está enojada y le molesta”)*.
Por otro lado, es probable que mi hija sufra de una sobre-excitación. *Las agresiones
infantiles constantes son actos de descarga. Habría que preguntarse entonces
qué es lo que motiva que el niño esté tan alterado. Generalmente, el origen de
ese nerviosismo está en el entorno en el que vive el pequeño. “En el niño no
hay nada patológico, lo patológico es la situación que vive el pequeño”. Y
existen muchas situaciones que pueden generar en él sobre-excitación, desde un
ambiente familiar tenso o una vida desordenada y sin horarios*. Wow, Annie no
gusta de los espacios tan encerrados y tan pequeños como en el que estamos. Su
comportamiento, según esta última afirmación, podría ser un llamado de atención
de que necesita más espacio, puesto que cuando comparto con ella en espacios
abiertos o cerrados pero amplios, no tiene la misma actitud conmigo, he notado.
Nuestro apartamento es muy pequeño y por eso estamos detrás de ella para que no
se golpee con una cosa y la otra. ¡Ay, mi pobre beba!
Lo que me
tranquiliza es que en un par de meses, Dios mediante, nos entregan nuestra casa
propia, muy amplia, además de que, asegura la especialista, esta etapa crítica
es hasta los dos años que empiezan a hablar y a comunicar mejor sus
frustraciones y a interesarse en otras actividades, osea, van madurando.
Mientras, debo llenarme de mucha calma y paciencia, ponerme seria y
decirle “¡Basta! Eso duele” cuando me pegue de nuevo, y si insiste
en la agresión, abandonar la habitación. Si se enfurece, calmarla. Hacer que se
entretenga con otra cosa. Si se pone nerviosa, tranquilizarla con palabras cariñosas
que la hagan sentir segura de tenerme a su lado. Si llora, consolarla. Siempre
es bueno hacer las paces cuando ya haya pasado el vendaval. Eso hago para que
comprenda que hizo mal y la perdono porque la amo, entonces nos ponemos a leer
un libro que es un gusto mutuo.
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