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domingo, 6 de noviembre de 2011

Mi bebé me pega, ¿Qué debo hacer?

He tenido serias dificultades con Anna Lucía en muchas ocasiones, pues me pega o me tira cosas, y lo peor es que ¡¡tiene buena puntería mi chiquita!! Mi pregunta: ¿Qué hago?


LO QUE EMPIEZA SIENDO UN JUEGO INOCENTE 

Mi experiencia personal: Annie está jugando en el suelo. Me acerco e inmediatamente me pega donde pueda y con lo que tenga. No es la primera vez que hace algo así. A veces, cuando está mis brazos, me pega en la cara o me muerde los hombros. Y en cierta ocasión hasta me hizo un arañazo en el cuello. Soy paciente y comprensiva, soporto impasible todas las agresiones, aunque ayer perdí el control y después de haberle dicho NO varias veces, le pegué. Me asaltan muchas dudas cada vez que mi hija me hace daño. ¿Es normal que sea tan agresiva? ¿Debería comportarme con ella de otro modo?


ADECUANDO LOS TÉRMINOS SEGÚN LA EDAD

Mi amiga Johanna Cifuentes me recomendó no desesperarme, también pasó por lo mismo con su beba Julieta, además de leer a algunos especialistas en la materia ... “El concepto de agresividad, tal como lo entendemos nosotros los adultos, no se puede aplicar a los niños pequeños. La agresividad supone una intención de dañar al otro y eso no existe a esta edad”, leí en un libro sobre psicopedagogía. *Pegar y tirar del pelo son comportamientos normales que se dan con bastante frecuencia y que no se deben interpretar como un auténtico “ataque” a la madre, sino más bien como una manera de llamar su atención y, sobretodo, como una incitación al juego. El niño espera ver la reacción del adulto, provoca la situación para ser espectador: pego a mamá y observo*, explica la especialista. Curiosamente, somos los propios padres los que solemos incitar este juego, a veces casi sin darnos cuenta. Poco a poco los pequeños van adquiriendo un mayor control sobre el divertimento y terminan manejando la situación. Ya verán por qué: El primer día que Annie me pegó, me tapé la cara con las manos y simulé que me había dolido y me puse a llorar desconsolada. A los pocos segundos me descubrí el rostro y sonreí a mi hija. A la niña le divirtió mucho la actuación. He caído en cuenta que desde entonces me provoca constantemente. En cuanto tiene ocasión vuelve a pegarme y se queda quieta, mirando, expectante, con los ojos muy abiertos. 


UN JUEGO AL QUE HAY QUE PONER FIN

Seguí leyendo: “En la repetición el niño consigue un goce, un placer. Pero estos juegos tienen que terminar ya que no conducen a nada”. Interpreto que cuando las agresiones dejan de ser una excepción y se convierten en actos recurrentes y molestos, hay que dejar de ser permisivos. “Si el chico permanentemente está pegando, mordiendo o tirando cosas, debemos decirle “Basta ya!”. Pues si, porque todas las cosas tienen un límite, y porque también debe probar otros juegos. Pienso que al frenar a Anna Lucía, se propicia la posibilidad de que investigue en otros caminos, de que pruebe otras actitudes y progrese. Algo interesante que la especialista menciona y es que para evitar que  continúe pegando, mordiendo y tirando del pelo, no tengo que darle demasiados porqués. El exceso de explicaciones puede denotar que el adulto busca una justificación porque se siente culpable al tener que decir “no”. “Los límites son necesarios y existen normas que no tienen explicación”, puntualiza. Estoy de acuerdo con que es suficiente con un mensaje simple, directo y escueto, como por ejemplo, “Eso duele”, “No es divertido” o “Me hace mucho daño”.


ES IMPORTANTE SER CONSECUENTES

En un primer momento, a Annalu puede sorprenderle mi inesperado cambio de actitud. Durante un tiempo, es posible que intente provocarme una y otra vez, tanteando los límites, tratando de comprobar si la prohibición rige de verdad. Por eso, para que entienda bien el mensaje – “Ya no voy a tolerar más que me tires del pelo ni que me pegues”, es imprescindible que me mantenga firme. *A los chicos no los confunde que los padres les pongan límites ni que lo hagan de repente, pero sí que vacilen en su postura y, por encima de todo, que prohíban o consientan dependiendo de sus estados de ánimo (“Ayer mamá estaba de buen humor y el juego le gustaba, hoy está enojada y le molesta”)*.


Por otro lado, es probable que mi hija sufra de una sobre-excitación. *Las agresiones infantiles constantes son actos de descarga. Habría que preguntarse entonces qué es lo que motiva que el niño esté tan alterado. Generalmente, el origen de ese nerviosismo está en el entorno en el que vive el pequeño. “En el niño no hay nada patológico, lo patológico es la situación que vive el pequeño”. Y existen muchas situaciones que pueden generar en él sobre-excitación, desde un ambiente familiar tenso o una vida desordenada y sin horarios*. Wow, Annie no gusta de los espacios tan encerrados y tan pequeños como en el que estamos. Su comportamiento, según esta última afirmación, podría ser un llamado de atención de que necesita más espacio, puesto que cuando comparto con ella en espacios abiertos o cerrados pero amplios, no tiene la misma actitud conmigo, he notado. Nuestro apartamento es muy pequeño y por eso estamos detrás de ella para que no se golpee con una cosa y la otra. ¡Ay, mi pobre beba! 


Lo que me tranquiliza es que en un par de meses, Dios mediante, nos entregan nuestra casa propia, muy amplia, además de que, asegura la especialista, esta etapa crítica es hasta los dos años que empiezan a hablar y a comunicar mejor sus frustraciones y a interesarse en otras actividades, osea, van madurando. Mientras, debo llenarme de mucha calma y paciencia, ponerme seria y decirle  “¡Basta! Eso duele” cuando me pegue de nuevo, y si insiste en la agresión, abandonar la habitación. Si se enfurece, calmarla. Hacer que se entretenga con otra cosa. Si se pone nerviosa, tranquilizarla con palabras cariñosas que la hagan sentir segura de tenerme a su lado. Si llora, consolarla. Siempre es bueno hacer las paces cuando ya haya pasado el vendaval. Eso hago para que comprenda que hizo mal y la perdono porque la amo, entonces nos ponemos a leer un libro que es un gusto mutuo.



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